Desde hace un buen tiempo a la fecha, mi casa no ha sido un lugar donde uno está en paz. Diversos y complicados motivos que en estos días han alterado mi ánimo y voluntad, se han encargado de moler ese estado tan amado por todos: un hogar de paz, sosiego, amor, felicidad!
Pero estoy haciendo el sobrehumano esfuerzo de resucitar, volver. Todo por amor! Y eso es el peldaño poderoso que ha sustentado mis primeros pasos y apoyo para salir del abismo, de la tumba que poco a poco me había ido atezando con garras de acero a la muerte. Pero el amor, combustible de vida, ha soplado eso, vida cálida a mis pulmones y he ganado la batalla, y por ello he elegido vivir, continuar braceando, hasta que se agote mi cuerpo físico, hasta que se desgaste como la parafina consumida por el fuego.
Hoy dejé encargada a mi madre de administrarle la hora de juego con la computadora a cada uno de mis niños y de cerrarme la puerta de la casa una vez terminaran ellos.
Al llegar a la casa, abrir la puerta y encender la luz; oh, sorpresa!!! Miren con sus propios ojos lo que he encontrado:
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